jueves, 11 de octubre de 2007


UN PEDIDO MUY ESPECIAL

María repasa de manera insistente, apresurada y ansiosa, a través de la pequeña rejilla del horno, el fastuoso y bonachón Pavo relleno, con pequeñas uvas pasas y trozos de Pollo, calculadamente tajado a lo largo del día, Manuel, su esposo, verifica el funcionamiento de las luces heredadas por la tía margot, más por un acto de benevolencia hacia ellos, las obsequió, al ser incapaz de arrojar a la basura cualquier artículo mas costoso que sus tres pares de medias bordadas con rombos azules, amarillos y doblemente amarillos. Falta muy poco, la casa está casi lista, luces por todos lados, con distintas y múltiples tonalidades de objetos verdes y rojos. Manuel recaba a Maria, busque por el fondo de la cocina, la caja de luces navideñas, colección de distintas lumbres, que recuerdan ya navidades de mas de una década hacia atrás. Maria se acicala el sudor sobre su frente, a su paso deja marcas de harina por todo su rostro, sale tímidamente por la puerta, mientras su sombra sigue vigilando debidamente al ave, doblemente ave, con piel de pavo, y con su nueva dulce y menos prestigiosa alma de pollo con uvas pasas. - Están en el cuarto de Gabriel, junto a ese tren estorboso- contesta con cierta distracción, ida mas por su gusto a la cocina que visual.. Manuel coloca sobre el suelo el estirado y enredado cable verde, de cien luces, eso dice la caja, pero a Manuel siempre le han parecido menos. las amarillas crispan cada diez segundos de manera ordenada, como infinidad de violines que cumplen su cometido en una orquesta sinfónica, las azules permanecen siempre prendidas, mientras toda la fila del pelotón verde no alumbran de ninguna manera, siempre son las luces verdes las que nuca funcionan, por supuesto, por un holgazán que decidió dormir a mitad de la legión, interpolando el funcionamiento correcto de las luces verdes, de la instalación de tía Margot. Sube apresuradamente las escaleras hacia la habitación de Gabriel, heredada por su hermano mayor, Damián, cuando dos años atrás cargó sobre su fuerte pero juvenil espalda, una pequeña maleta, un par de billetes, y se marchó de casa, dejando junto al closet su inicial tallada en una tarde invernal, con el par de llaves, que han perdurado junto a la interminable instalación de tía Margot. Retira el receptáculo , que contiene las pequeñas y diversas luces de navidad, que años tras años ha ido llenándose al paso de ya varias décadas de cruficciones, rezos, y resurrecciones. Cae una hoja de tintes amarillos, añejos, que jamás fue leída, junto a la caja de zapatos, que ahora oficialmente hace de cofre para las luces navideñas. Manuel mira y reconoce la letra de Damián, no el de ahora, mas bien del Damián que ahora percata y avista Gabriel, la abre con un cuidado arqueológico inigualable:
QUERIDO SANTA:
Este año me he portado bastante bien, como los años anteriores, y siempre me trajiste lo que deseado, pero esta vez he querido solo hacerte un pedido muy especial. El regalo que más quiero es que tu estés bien, y se te solucionen todos tus problemas. Hace tres años llegaste a la cita mas temprano, te veías más flaco de lo normal, me sorprendió que no tuvieras la barba ni el pelo como siempre te he visto en los cojines de mama, te notabas triste, aunque me alegro que mis papás te conocían bastante bien, aunque sigo sin entender porque te decían Raúl. Hace dos años cumpliste a tu cita nuevamente, note que habías engordado, y eso hizo que tu traje te quedara mas chico, te gustan los mismos zapatos de mi tío, también me trajiste lo que yo quería. Finalmente el año pasado, fui difícil reconocerte, tu piel había oscurecido bastante y solo traías tu lindo gorro rojo, y llevabas unos pantalones de Jean, pero tu barriga había vuelto, y eso me alegro mucho. También aprecié que mi papá te hizo un regalo, una botella igual que guarda en el cajón de su escritorio, para que mamá no la descubra, y sé que te gusto mucho porque es misma noche te la tomaste y te veías muy feliz, gritabas y te caías constantemente, aunque yo te hubiera regalado una coca cola, porque se que te gusta mas. Te doy las gracias, pues cumpliste tu promesa otra vez. Ya en pocos días vuelves a visitar la casa, no quiero que me traigas nada, simplemente poder verte con un traje nuevo, tu barba canosa y tu gran panza, como estas en los cojines de mamá. Carlos guarda el escrito cuidadosamente dentro del bolsillo de su pantalón, busca en la caja, no hay luces verdes. Es hora de cambiar las famosas luces de tía Margot , y comprar un nuevo traje a vísperas de otra navidad más.